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martes, 24 de mayo de 2011

Noche lluviosa

La lluvia se va fundiendo con la piel blanca, poco a poco. Cada gota fría va resbalando suavemente por las curvas discretas de algodón. En la oscuridad del terciopelo negro que es el manto nocturno cargado de nubes de tormenta, la pareja está a buen resguardo. Las manos de él son hielos que van esculpiendo un cuerpo femenino con agua, agua que cae por hilos de cabello, agua que resbala por labios de cereza, agua que dibuja las montañas y los valles. Esta noche es la lluvia la protagonista, es ella la que traza el ritmo y la cadencia, la pasión y la ternura. La lluvia dibuja los dos cuerpos ocultos en el refugio de la noche tormentosa. Cuando nadie quiere salir, ellos están afuera, bebiendo besos de lluvia veraniega, percibiendo la humedad de los cuerpos, de la piel perlada de forma sutil. El frío sólo sirve para aumentar un poco más la temperatura, para querer estar más cerca, para no soltar el abrazo que los mantiene fundidos, amantes prófugos. Y sólo cuando la ropa no puede guardar más lluvia, cuando la pared ya no es buen apoyo, sólo entonces huyen de la intemperie para refugiarse en el cobijo de la desnudez bajo las sábanas en una noche que se resbala como agua entre los dedos, como lluvia en el cristal de la ventana, mudo testigo del amor de la pareja y sus atrevimientos nocturnos.

Mystera

Abrázame, con suavidad, que tus manos me envuelvan centímetro a centímetro mientras tus dedos recorren mi piel. Siente como soy tuya en cada beso, en cada caricia, en cada movimiento, mientras la ropa cae como hojas de otoño. La media luz de la vela rasga el velo de la noche con esa intesa picardía precisa para nosotros. Bésame mientras tus manos repasan mis senos, ese pecho que te enloquece, al tiempo que tus ojos degustan la escena. Entre las sábanas piérdeme y encuéntrame una y mil veces, dibujando a la niña inocente de piel blanca, a la mujer de artes galantes curtidas por el tiempo y el desatino propio de la inmadurez. Trázame a tu voluntad, pues me sabes tuya, consigue que pierda la cabeza, la cordura y cualquier recato en una danza suave. Entrégate a mí, amante, con la paciencia de quien es sabio, con el desenfreno de quien es joven, con las ganas del descubrimiento, aunque ya no sea una novedad. Pero cada trazo de tus dedos sobre mi piel es nuevo. Dibujáme de nuevo, a golpe forjado de besos y caricias. Está la noche entera por delante. Resbala el hielo por toda mi silueta mientras me estremeces en el misterio de tu amor. Abrázame, con suavidad, que tus manos me envuelvan centímetro a centímetro, mientras el sueño se apodera de nostros en la paz de quien está satisfecho y se sabe amado. Abrázame y no me sueltes, nunca.