martes, 24 de mayo de 2011

Mystera

Abrázame, con suavidad, que tus manos me envuelvan centímetro a centímetro mientras tus dedos recorren mi piel. Siente como soy tuya en cada beso, en cada caricia, en cada movimiento, mientras la ropa cae como hojas de otoño. La media luz de la vela rasga el velo de la noche con esa intesa picardía precisa para nosotros. Bésame mientras tus manos repasan mis senos, ese pecho que te enloquece, al tiempo que tus ojos degustan la escena. Entre las sábanas piérdeme y encuéntrame una y mil veces, dibujando a la niña inocente de piel blanca, a la mujer de artes galantes curtidas por el tiempo y el desatino propio de la inmadurez. Trázame a tu voluntad, pues me sabes tuya, consigue que pierda la cabeza, la cordura y cualquier recato en una danza suave. Entrégate a mí, amante, con la paciencia de quien es sabio, con el desenfreno de quien es joven, con las ganas del descubrimiento, aunque ya no sea una novedad. Pero cada trazo de tus dedos sobre mi piel es nuevo. Dibujáme de nuevo, a golpe forjado de besos y caricias. Está la noche entera por delante. Resbala el hielo por toda mi silueta mientras me estremeces en el misterio de tu amor. Abrázame, con suavidad, que tus manos me envuelvan centímetro a centímetro, mientras el sueño se apodera de nostros en la paz de quien está satisfecho y se sabe amado. Abrázame y no me sueltes, nunca.

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