martes, 31 de mayo de 2011

Presa de las palabras


Hoy cayeron palabras del cielo. Por algún motivo la gente se espantó y salió corriendo a refugiarse. Pero yo preferí estar ahí, donde las letras se dejaban ir, cautivadas por la gravedad, seduciendo a los pocos transeúntes que nos quedamos para recibirlas, con las mentes abiertas y sedientas.

Las palabras, traviesas, me incitaron a dejarlas llenarme de cabeza a pies con sus ideas, con sus rumores curiosos y sus insanidades. Y poco a poco me saturaron de tal forma que ahora no puedo evitar pensar. O escribir. O leer. No sé qué embrujo es éste. Pero tampoco me interesa romperlo. Estoy llena de palabras. Me sedujeron, las muy astutas, me hicieron suya. Porque las palabras no son mías. Soy yo, su amante y fiel servidora. Estoy cautiva, presa de las palabras. ¿A dónde me llevarán?

jueves, 26 de mayo de 2011

La chica que lee (y el chico que sale con ella)



Hoy leí, gracias a una querida amiga mía y colaboradora, un texto titulado "Salir con chicas que no leen/Salir con chicas que leen", escrito por dos autores: Charles Warnke (chicas que no leen) y Rosemary Urquico (chicas que leen). El texto me cautivó pues, particularmente entre las letras de Urquico, me identifiqué a la perfección.

Desde que tengo memoria leo y escribo. Y eso me ha traído dolores de cabeza en más de una ocasión. Pocos eran los hombres que realmente entendían esa pasión mía por las letras. Hubo incluso quién llegó a llamarme "loca" y no sólo como una broma, sino como verdadero peyorativo. Me he enfrentado a quienes desean que deje de leer y que mi pequeño grito ahogado de emoción ante un ejemplar anhelado es absolutamente absurdo.

Por fortuna eso ha quedado atrás y una de las partes más relevantes de mi vida actual son las letras. ¡Y la gente que lo entiende a la perfección y comparte y alimenta mi pasión!


Creo que el texto de la chica que lee me queda casi como anillo al dedo, pero también creo que es importante reconocer al hombre que sí sale con la chica que lee (y mejor aún, que lee él también): ese que anda buscando los libros que su chica le ha dicho una y mil veces que muere por leer para regalárselos en Navidad y verla sonreír, sin burlarse por el gritito ahogado de emoción.



Hay que reconocer al chico que, ante la desesperación de ella, es capaz de buscar dónde está el último ejemplar del libro que ella anhela y que está dispuesto a ayudarla a importarlo desde otro país o a ir a pie bajo el sol candente a una casucha que es la distribuidora de una editorial para comprarle *ESE* libro tan difícil, en vez de decirle que se conforme con las fotocopias del ejemplar maltrecho de una biblioteca.


Hay que reconocer al chico que entiende que una chica que lee se puede sumergir de lleno en la lectura e ignorarlo, por un momento, en lo que llega al punto o completa la idea, ése que no se encela por ser pasado a segundo plano en un par de ocasiones, ya que entiende que volverá a ser el centro del mundo cuando ella llegue al punto.

Hay que reconocer al chico que, por entender esas pasiones despertadas por las lecturas, empieza a leer los textos que ella ya se sabe de memoria para tener los marcos de referencia respecto a ésta o aquella idea que le ronda en la cabeza a su chica.

Hay que reconocer al chico que promueve que su chica siga leyendo ¡y escribiendo!  ¡Oh, sí! Eso también es muy importante, pues, si bien Urquico concluye: "Sal con una chica que lee porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar. Si solo tienes para darle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee. O mejor aún, a una que escriba" yo puedo concluir que hay que salir con un chico que te respete por leer, porque te lo mereces: te mereces un hombre capaz de ponerte los lienzos para colorear tu vida, para descubrir juntos esos mundos que hay más allá. Y mejor aún, si entre los dos los escriben.

Aniversario


Todos los años, en la misma fecha, su mente viajaba hacia ella. Sacaba del cajón el viejo marco con la foto de lo que alguna vez fuera una pareja y sacaba de atrás de la foto la carta, ya vieja y roída por el paso de los años y de tantas veces que se había doblado y desdoblado el papel. Siempre leía la carta, dolorosa como la primera vez, punzante como una daga clavada de forma certera para hacer sangrar, pero no matar. Sin embargo, en esta ocasión, el hombre se armó de valor y rasgó primero un pedazo, con manos temblorosas. Fue una liberación. Una vez arrancado el primer trozo de papel, los demás fueron fáciles, dulces, catárticos. Con cada pedazo, con cada palabra que se hacía añicos, un peso mayor y mayor se iba levantando de su corazón. Un "Te amo, pero" cayó por acá un "ya no puedo más" cayó por allá un "no me busques" voló por la ventana. Al final no quedaba más que confetti. Y un marco que parecía de museo, ostentando a una pareja que nunca fue.

Después de más de veinte años de luto en el cumpleaños de ella, él finalmente se sentía libre. El fantasma de aquél viejo amor ya no lo acechaba. De haber sabido que el hechizo había empezado con la carta de despedida de ella, la habría roto muchísimo antes. ¡Qué bien sabía la Libertad!

Abrió la puerta y dio un paso fuera de la casa. Pensó "Adiós, mi amor, para siempre" y caminó para jamás regresar a esos cuartos vacíos, olor a calabozo y perdición. Una nueva vida le esperaba.

martes, 24 de mayo de 2011

Un nuevo inicio Literario

Esto de llevar blogs se me da desde hace años. Sin embargo, en el blog que manejaba se traspolaban muchas cosas muy personales que en realidad no son aptas para todo el público. Es por ello que inicio este blog, en el que iré rescatando aquellas entradas aptas para que una literata como yo dé a conocer al mundo internauta. Ya he pasado varias y continuaré pasando otras tantas en el transcurso de los días.

Éste es mi mundo de sueños dirigidos, todas esas imposibilidades que son posibles entre las letras y la pantalla. Sean bienvenidos.

Noche lluviosa

La lluvia se va fundiendo con la piel blanca, poco a poco. Cada gota fría va resbalando suavemente por las curvas discretas de algodón. En la oscuridad del terciopelo negro que es el manto nocturno cargado de nubes de tormenta, la pareja está a buen resguardo. Las manos de él son hielos que van esculpiendo un cuerpo femenino con agua, agua que cae por hilos de cabello, agua que resbala por labios de cereza, agua que dibuja las montañas y los valles. Esta noche es la lluvia la protagonista, es ella la que traza el ritmo y la cadencia, la pasión y la ternura. La lluvia dibuja los dos cuerpos ocultos en el refugio de la noche tormentosa. Cuando nadie quiere salir, ellos están afuera, bebiendo besos de lluvia veraniega, percibiendo la humedad de los cuerpos, de la piel perlada de forma sutil. El frío sólo sirve para aumentar un poco más la temperatura, para querer estar más cerca, para no soltar el abrazo que los mantiene fundidos, amantes prófugos. Y sólo cuando la ropa no puede guardar más lluvia, cuando la pared ya no es buen apoyo, sólo entonces huyen de la intemperie para refugiarse en el cobijo de la desnudez bajo las sábanas en una noche que se resbala como agua entre los dedos, como lluvia en el cristal de la ventana, mudo testigo del amor de la pareja y sus atrevimientos nocturnos.

Mystera

Abrázame, con suavidad, que tus manos me envuelvan centímetro a centímetro mientras tus dedos recorren mi piel. Siente como soy tuya en cada beso, en cada caricia, en cada movimiento, mientras la ropa cae como hojas de otoño. La media luz de la vela rasga el velo de la noche con esa intesa picardía precisa para nosotros. Bésame mientras tus manos repasan mis senos, ese pecho que te enloquece, al tiempo que tus ojos degustan la escena. Entre las sábanas piérdeme y encuéntrame una y mil veces, dibujando a la niña inocente de piel blanca, a la mujer de artes galantes curtidas por el tiempo y el desatino propio de la inmadurez. Trázame a tu voluntad, pues me sabes tuya, consigue que pierda la cabeza, la cordura y cualquier recato en una danza suave. Entrégate a mí, amante, con la paciencia de quien es sabio, con el desenfreno de quien es joven, con las ganas del descubrimiento, aunque ya no sea una novedad. Pero cada trazo de tus dedos sobre mi piel es nuevo. Dibujáme de nuevo, a golpe forjado de besos y caricias. Está la noche entera por delante. Resbala el hielo por toda mi silueta mientras me estremeces en el misterio de tu amor. Abrázame, con suavidad, que tus manos me envuelvan centímetro a centímetro, mientras el sueño se apodera de nostros en la paz de quien está satisfecho y se sabe amado. Abrázame y no me sueltes, nunca.

Rosas Negras


Mis rosas negras me contemplan. Cada pétalo destila una ilusión antigua, un desamor, una herida certera en alguna parte de mi ser. Y pienso y tiemblo y me pregunto cómo llegué hasta aquí. Herida, casi derrotada, sin esperanza, sin nada que dar, sin nada que pedir. Mis rosas negras me contemplan. Quieren dejar de ser negras. Es morado el color ideal. Las ilusiones vaporosas que se pierden en el ayer, ese tiempo tan incierto que se transforma más rápido de lo que lo puedes analizar: lo que es futuro en un instante es presente y en un suspiro ya pasó. Y el frío de la realidad se quiebra ante el espejo cristalino de los ojos de quien me puede ver como soy. Los pedazos que había en el piso y que cortaban a quien se acercara, se han unido de repente para crear un altar a la vida, al amor, a la esperanza. Y mis rosas negras están ahí, como ofrenda de paz para conmigo misma, como recuerdo de lo malo que sirve de ejemplo para buscar el bien, como nota memorándum de lo que se ha aprendido a lo largo de 24 años y tres siglos de hogueras. Ya nos oy lo que fui, ni seré lo que pensó en algún momento alguien más. SImplemente soy, estoy, voy. ¿A dónde? A donde el corazón me lleve, pues es la intuición mi mejor arma, sin dejar por ello de lado al cerebro y la inteligencia que adorna mi ser, que lo vuelve memorable e impreisonante. Mis rosas negras están aquí, pero han de marchitarse, pues ya no las quiero negras. Nunca más.

(Marzo, 2009)

Sobre el Amor

Los amorosos callan. El amor es el silencio más fino, el más tembloroso, el
más insoportable. Los amorosos buscan, los amorosos son los que abandonan, son
los que cambian, los que olvidan. Su corazón les dice que nunca han de
encontrar, no encuentran, buscan. Los amorosos andan como locos porque están
solos, solos, solos, entregándose, dándose a cada rato, llorando porque no
salvan al amor. Les preocupa el amor. Los amorosos viven al día, no pueden hacer
más, no saben. Siempre se están yendo, siempre, hacia alguna parte. Esperan, no
esperan nada, pero esperan. Saben que nunca han de encontrar. El amor es la
prórroga perpetua, siempre el paso siguiente, el otro, el otro. Los amorosos son
los insaciables, los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos. Los amorosos
son la hidra del cuento. Tienen serpientes en lugar de brazos. Las venas del
cuello se les hinchan también como serpientes para asfixiarlos. Los amorosos no
pueden dormir porque si se duermen se los comen los gusanos. En la oscuridad
abren los ojos y les cae en ellos el espanto. Encuentran alacranes bajo la
sábana y su cama flota como sobre un lago. Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo. Los amorosos salen de sus cuevas temblorosos,
hambrientos, a cazar fantasmas. Se ríen de las gentes que lo saben todo, de las
que aman a perpetuidad, verídicamente, de las que creen en el amor como una
lámpara de inagotable aceite. Los amorosos juegan a coger el agua, a tatuar el
humo, a no irse. Juegan el largo, el triste juego del amor. Nadie ha de
resignarse. Dicen que nadie ha de resignarse. Los amorosos se avergüenzan de
toda conformación. Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla, la muerte les
fermenta detrás de los ojos, y ellos caminan, lloran hasta la madrugada en que
trenes y gallos se despiden dolorosamente. Les llega a veces un olor a tierra
recién nacida, a mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas, a
arroyos de agua tierna y a cocinas. Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida, y se van llorando, llorando, la hermosa vida

~~Jaime Sabines~~

Las Palabras


Dales la vuelta,
cógelas del rabo (chillen, putas),
azótalas,
dales azúcar en la boca a las rejegas,
ínflalas, globos, pínchalas,
sórbeles sangre y tuétanos,
sécalas,
cápalas,
písalas, gallo galante,
tuérceles el gaznate, cocinero,
desplúmalas,
destrípalas, toro,
buey, arrástralas,
hazlas, poeta,
haz que se traguen todas sus palabras


~Octavio Paz~

A veces, sólo a veces, se me escapan y ya no las puedo dominar. Se esconden tras un velo de silencio. O tras un velo de desesperación al no tener la mente tan funcional como siempre. Me pasa ahorita, con la gripe. Es un estado de semivigilia, en que no cosngio nada productivo y me debo cuidar la fiebre para no caer en mis delirios de 39°. Yo misma digo que tengo "mocos en el cerebro" pero es la forma de decir que se me atrofia un poco el pensamiento por el letargo propio de la gripe. Me voy cansando y ya no pienso coherentemente... y entonces pienso en el poema de Paz. Y trato de volverlas a agarrar y hacerlas chillar hasta que salga algo, coherente o incoherente, pero que de menos me haga olvidar mi malestar... 

(Noviembre, 2009)

Distancia

Sola estando contigo.
Solo estando conmigo.
La distancia se va filtrando
Y todo se queda en la superficie
Porque hay cosas más importantes
Para consolidar algo mejor
Y mientras te dejo un rato, guardado
Y mientras me dejas, olvidada.
Ante la idea de que me tienes
Ante la idea de que te tengo

Pero sin seguir cultivando nada
entre nosotros, sólo la distancia
Y entonces al final ¿qué?
¿Serás un extraño al que digo querer?
No quiero ya no conocerte
Y no quiero que me alejes
La distancia se va filtrando
Es como la humedad en mi corazón
Plática sencilla, sin profundidad
Sin amar...

Escuchar, poner al otro primero
¿Es tan difícil acaso?
Matar al orgullo, saber esperar
Y no dejar a la distancia entrar.
Cosas que nunca aprendí
Pero quiero aprender
Quiero ser
quiero estar
Sin temores, sin miedos, sin odios...

¿Podemos volver a empezar?
La distacia es lo que me queda
y puedo seguir haciendo mi vida
y puedes seguir haciendo la tuya
¿será conmigo incluida?

El enamoramiento murió
¿no debe empezar el amor?
Sin egocentrismos,
sin miedos, sin distancia...
Porque si sigue la distancia
Entonces no queda nada

Ceguera


"No hay peor ciego que el que no quiere ver"

Refrán popular

Y es que con la ceguera de la fantasía
A quién lastimas no miras
Pues has de creer que no pasa nada
Porque te niegas a darte cuenta

Imaginarios los mundos que piensas
Consolándote en que si los ves, ciertos han de ser
No importa lo que los demás digan
Para ti, los ciegos son los otros.

¿Por qué no creer en lo que cierto es
y amar lo falso por verdadero?
Por ser lo que quieres ver
Omitiendo lo cierto

En estos mundos de fantasía
A los que el remordimiento, la nostalgia
O quizá el dolor te atraen
Es donde quieres estar

Sin importar que alguien puedas lastimar
Cuidado, ciego que ve lo que quiere
Pues golpeándote de frente
Con la verdad es que verás
Tal vez, sólo tal vez...

39ª

Estos 39°C me hacen desvariar. La cama flota sobre un mar color acero y yo no soy más grande que una pulga. Mi piel arde con el calor del infierno, aunque más infernal es el frío que siento. No puedo dejar de temblar y todo da vueltas. Siento las articulaciones adoloridas y me empiezo a inquietar. Noto insectos negros que van subiendo por las cobijas. Me quieren alcanzar. Sacudo las piernas y obligo a mi razón a actuar. Son los 39° C. No hay insectos en la cama, aunque los vea. Mi cuerpo entero pesa como plomo y prefiero tener los ojos cerrados. Hay un leve escozor en mi nuca y pienso que es el bicho del almohadón de plumas bebiendo mi sangre. ¡Nerea, reacciona! Estos 39°C no me sientan nada bien. El estado duerme-vela propio de los delirios febriles me está enloqueciendo. No consigo descansar. Hay imágenes frente a mí, deformes, dando vueltas. Bailan y se esconden en los cajones. Me caí al mar de acero. Estoy empapada. Espera. No es agua, es sudor, helado y cristalino. Mi cuerpo se defiende del embate de la fiebre. Quisiera ayudarlo, pero mi mente está acorralada. Abro los ojos de nueva cuenta. Aún veo insectos e imágenes sin forma que saben a enfermedad, delirios alucinantes con olor a paracetamol. Sí, en definitiva, estos 39°C me hacen desvariar.

Starlight

"This ship is taking me far away from the memories of the
people who care if I live or die
Hold you in my arms, I just wanted to hold you in my arms, I
just wanted to hold"
~Muse~

El cielo clavado de estrellas refugia como metal liquido, mercurio multicolor, en la bóveda celeste. Las luces de la ciudad siempre tenían ese efecto en la naturaleza, la deformaban de su belleza natural para darle otro toque, un poco mas extravagante si gustan, mas humano si es posible. La muchacha contemplaba el cielo, fascinada. Le hubiera encantado pasearse por las calles y tocar las nubes. Pero debía quedarse ahí, encerrada. Que tanto peligro podía haber, la verdad no lo sabia. Toda su vida había estado encerrada en ese mundo de burbujas enorme que eran casas, oficinas, centros comerciales. Aunque afuera hubiera luces, ella no sabia quien las había instalado. La humanidad entera estaba confinada a ese autoencierro inhumano. Que ironía. Pero esa noche el cielo se veía mas radiante de lo normal. Y además, no había nadie. Los toques de queda ya no se acostumbraban, ya nadie se atrevía a obviarlos. Su familia estaba fuera, en una cena en casa de alguna tía aburrida. Era su oportunidad, quería acariciar las estrellas, perderse en las nubes brumosas de extravagantes formas. Se acerco a la puerta que daba al exterior, esa que nunca se había atrevido a abrir. Titubeo por un instante y apretó el botón que con un suave ronroneo abrió la escotilla. Las nubes empezaron a colarse por ahí. No podía dejar rastros de su atrevimiento, así que salio de un brinco y cerro tras de si la escotilla. Podía tocar las nubes, pero se estaba asfixiando. Los gases la estaban saturando. Ni siquiera olian mal, era inoloros y coloridos venenos despojos de la ultima Guerra Mundial, la biológica y química que se había cargado a la mitad de la humanidad. Era una cosa hermosa y atemorizante. Las estrellas estaban junto a ella con ese baile arcoiris. Y los gases la saturaron, llenaron sus pulmones, quemandola en vida, con imagenes de luces titilantes y caricias de vidas pasadas. Ya no vería a nadie nunca mas, pero al menos había podido abrazar la libertad, inexistente para la humanidad desde hacia siglos. Tonta desobediente. Feliz aventurera. Muerta en brazos de anhelos.

For you, stranger

Hola. ¿Cómo estás? ¿Bien? Eso espero. Ya sé, a mí no debería importarme, porque no te conozco y no me conoces. Y entonces, estrictamente hablando, no tengo nada que decirte. Pero en realidad te equivocas, tengo mucho que decirte. Mucho que platicarte. Mucho que oírte, para que las lágrimas tranquilicen mi alma, y tranquilicen la tuya. Sé muy poco de ti y aún así me has podido conmover. Y no sólo conmover, sino moverme hasta el punto de que las dudas y los miedos me aquejaron por una noche entera. ¿Absurdo? No tanto. Noté tu infelicidad y la reconocí al instante. Yo ya lo viví y aunque las circunstancias no son iguales ni por asomo, no deja de dolerme tu dolor. Aunque fuera un dolor, como todos, pasajero. Aunque fuera un dolor con contorno de odio y rabia y celos. Creéme que si alguien sabe de eso soy yo. No son sentmientos positivos y no ayudan para nada. Es latoso sentirse así, lleno de dudas y preguntas hechas al aire que nadie jamás contestará. Me gustaría poder darte todas las respuestas, pero ni yo las tengo. Aunque me gusta pensar que sin esas duas, si todo lo supiéramos, la vida no tendría chiste. ¿Para qué saberlo todo? Al menos eso me pasa a mí que me motiva el hecho de saber, aprender y conocer... pero ya me desvié. Quiero decirte que te escribo para pedirte perdón. Por todo lo que lloraste. Por todo lo que te enojaste. Por todo lo que sufriste. Pero no puedo arrepentirme de todo lo que aprendiste. ¿A poco no aprendiste? Yo creo que sí. Tú no me conoces, pero yo a ti sí, aunque quieras permanecer como un extraño entre las sombras. Lamento que sufras, te acompaño en tu pesar. Aquí estoy. Te ofrezco mi mano y mi amistad. Y sinceramente, perdóname.

Silencio

"La comprensión exige silencio [...] La mente es prisionera de las palabras, si un ritmo les pertenece, es el ritmo desordenado de los pensamientos; por el contrario, el corazón respira, de todos los órganos, es el único que late, y es ese latido lo que le permite entrar en sintonía con pulsaciones más grandes"
~Susanna Tamaro~

La muchacha, atrapada de forma indeleble e insalvable, estaba en su mente, divagando. Había crecido en un mundo de palabras huecas. Sonreír y asentir. Callar la realidad. Todos evaden la realidad de algún modo. Durmiendo, conectándose a algún aparato (televisión, reproductor de música, computadora), escribiendo. Las palabras, decía ella, la salvaban. Pero de hecho la traicionaban. Empezó todo cuando escribió algo que el novio en turno, un muchacho que apenas la estaba conociendo, malinterpretó. Ahí se rompió todo. Sus palabras tenían sentido únicamente para ella. ¿Se estaba volviendo loca? Era una cuenta cuentos, una poetisa, una mujer letrada y literata, pero incomprendida. Siempre incomprendida. Porque nunca decía la verdad. ¿Hablar de sentimientos? Nunca. Eso no se hace, eso se evita. Hablar de sentimientos molesta a la gente que rodea. Silencio y mentira. 

La muchacha, atrapada de forma insalvable, atormentada día a día, se iba hundiendo. Depresión, le dicen los psicólogos. Drama y berrinche de adolescente, le dice su padre y a veces una que otra persona que le rodea. ¿Y si supieran la verdad? ¿Si supieran todo lo que siente, que ya no respira, que se ahoga? Es prisionera de la palabras y éstas la traicionan. Sabe hablar de paisajes y de risas, de sueños y fantasías, de poemas y líricas, de temas eruditos y filosóficos, incluso. ¿Pero del corazón? ¿De esas cosas que de verdad hay que saber? Gnosei Seauton: Conócete a ti mismo. ¿Cómo se hace eso, cuando te has evadido por toda una vida? ¿Cómo o por dónde empiezas a conocerte si siempre has dado una cara?

Buscaba las palabras para describirse y era imposible. La muchacha estaba segura de haber perdido ya la razón. Loca en plena juventud, una vida desperdiciada. Harta del ruido se fugó al cuarto más alto, la buhardilla, donde sólo se escuchaba la vida transitar lejos, como en un sueño. Poco a poco los ruidos se deslizaban como agua entre las manos. Un pajarillo cantaba escondido en algún rincón, en alguna viga que la muchacha no se molestó en hallar. Se sentó a contemplar la nada. Poner la mente en blanco. ¿Cómo se hace eso con una mente activa? Abrazó las piernas, pegadas a su pecho, sentada en el suelo. Las lágrimas empezaron a fluir y con ellas una canción, de esas que cantaba cuando solía ir a misa, cuando cantaba en un coro. Pero poco a poco las palabras se desvanecieron y se convirtieron en tonada; las lágrimas, en torrente incontenible. Una vida de llanto guardado fluía.  De forma estrepitosa, sentía cómo su cuerpo se convulsionaba entre suspiro y suspiro. Se ahogaba. No eran ya pensamientos, era como una película sin sonido. Una vida entera. Una vida de mentiras no dichas: mentiras en los silencios. Y era en el mismo silencio que las resarcía, no con el mundo sino con la persona más afectada de todas: con ella misma. Lloró hasta que las lágrimas llenaron el suelo. Lloró hasta ahogarse. 

Cuando finalmente dieron con ella, estaba sentada, con la cabeza recargada contra las rodillas, inerme. Una sonrisa, la primera y última que era sincera en ella, iluminaba su rostro pálido. En el silencio había hallado la libertad.

La Luna y la Bruja


Triste, tan triste, pero ante todo, tan sola, caminando bajo la luz de la Luna llena y saboreando la noche salada, Amaranta se dirigía al borde del acantilado. El mar rugía abajo, saludándola con fuerza. Era curioso saber que el mar, tan añejo, seguía teniendo la ferocidad propia de la juventud impetuosa. Amaranta sonrió esa sonrisa de lado, torcida, quebrada. Esa sonrisa que bien le habían dicho vidas atrás que guardaba más dolor que alegría, más silencios que palabras, más tristeza que paz. Quitándose el ondulado cabello atrigado del rostro, miró al cielo y estiró los brazos, formando una cruz con su propia silueta. La Luna, curiosa e inquieta, la había contemplado en silencio desde su fase creciente hasta el día de hoy.

--¿Qué pasa por tu mente, bruja?-- habló con voz argentina desde el cielo.

Amaranta abrió los ojos y dejó caer los brazos. Su rostro inescrutable contemplaba el redondo semblante lunar.

--Todo ha terminado para mí. Es hora de alzar el vuelo.

--Pero si llevas volando años, bruja. Al menos eso decían tus cantos y tus bailes.

--Era, como todo, un engaño, un sueño fugaz y nada más.

--¿De verdad quieres regresar a mí? Sabes que una vez hecho eso, no hay marcha atrás. Ni siquiera por él. Ni aunque él se sacrifique.

--No importa, no lo hará, simplemente no importa.-- era apenas un susurro cantarino, como cristal quebrado; era obvio que contenía el llanto.

--Ustedes los humanos siempre tan inconformes, bruja. No es el fin del mundo.

--Para mí lo es. 

--No puede ser tan...

--¡Oh, sí que lo es!--arremetió Amaranta, con una silenciosa furia,-- le di mi corazón. Sintió tal seguridad que dejó que todo pasara sin pena ni gloria. Él tiene mi vida y no le interesa, no lo ve, no lo siente.

--Pero, bruja, él te ama. 

--Ama la idea de amarme. 

--No seas imprudente.

--Imprudente ya he sido.

--Bruja, ¿es que se te ha olvidado todo lo que has aprendido en tu paso por la Tierra? ¿Es acaso que tu memoria es tan corta que no alcanza más que para lo recién acaecido?

Amaranta bajó la mirada. Las lágrimas corrían por sus mejillas con libertad y eso la molestaba. Era tan débil, tan frágil. Era humana. Y a veces lo odiaba con toda su alma.

--Bruja...--la Luna guardó silencio por un momento. Amaranta estaba de rodillas, en el borde del acantilado, llorando sin control, apretando los puños. La Luna la alcanzó con uno de sus rayos más brillantes, para consolarla.-- Oh, humana, calma ya. Malo fuera que no te doliera. No seas imprudente. No te arrepientas. Dale tiempo...

--¿Al tiempo? Si ya tiene todo el que quiere.

--Oh, mujer, calla y escucha. Dale tiempo a él. Amor, comprensión... y honestidad. Deja de callar. El silencio te mata, porque oculta quién eres. 

--Pero cada que hablo se molesta.

--Porque hablas desde el arrebato y callas en la calma. Debería ser a la inversa: callar en el arrebato, hablar en la calma. Cabeza fría y corazón palpitante. Ama, bruja, no te arrepientas de amar, de sentir, de ser humana.

--Para ti es fácil decirlo porque no tienes que lidiar con los sentimientos tan absurdos y molestos, tan confusos y alebrestados, tan, tan...--el llanto ahogó las últimas palabras.

--Tan bellos e inmensos. No, no los siento. No puedo decir que te envidio, pues sentimiento es también, pero sí me pregunto con constancia qué será ser humano, vivir, llorar, amar.

--Es terrible.

--Sólo porque es hermoso. Y duele porque te importa. Y a él también le importa, no creas que no. Ustedes en su afán de ser racionales quieren dejar la parte más importante de lado. Ser inteligente no es ser ajeno a tu naturaleza, bruja. Ser fuerte no es ser ajeno a los sentimientos, es caer y aprender de esa caída. Es vivir y ser feliz y alegre la mayor parte del tiempo. Disfruta lo que tienes. No pienses en lo que no tienes, lo que no posees no está y ya. ¿Para qué lloras por eso que no conoces?

Amaranta se sacudía al ritmo de su llanto. Al borde del acantilado, iluminada por la Luna llena, fue donde él la vio. Llevaba horas buscándola. La Luna sonrió desde las alturas y procuró brillar con más fuerza, para que él no perdiera un sólo ápice de la escena. 

Corrió hacia ella y la envolvió con sus brazos de hombre fuerte y joven, de hombre enamorado y preocupado ante la idea de perder a su amada. 

--Aquí estás, estás bien, ¿Qué pasa, por qué lloras?

Amaranta al principio quiso resistirse a esos brazos, pero le duró poco la renuencia. Echó los suyos alrededor del cuello de él y se dejó envolver mientras lloraba con fuerza y, ante todo, con sentimiento.

--Tranquila, tranquila-- repetía él en suave murmullo.

La Luna sólo suspiró para sí.

--Ama, bruja, no te arrepentirás.

Compromiso


Se sienta junto a la ventana, toma el cuaderno y empieza a escribir. Tiene sueño y le duele la espalda, el trabajo ha sido pesado, pero no se queja, se alegra de tener trabajo. Sin embargo, hoy que descansa, se sienta tranquilamente junto a la ventana, con la pluma en una mano y el cuaderno en la otra y empieza a escribir. En general es feliz, aunque últimamente se ha sentido de lo más desubicada. Suspira, da un sorbo a su café, y redacta.

Te extraño. Hace mucho que no estoy contigo y ya me haces falta. Así que aquí estoy, tratando de alejar la distancia por medio de las palabras. Ya lo sé, eso de las cartas ya no se estila. ¿Para qué, si está el correo electrónico? Llámame anacrónica, pero nada como el papel en la mano y la tinta en los ojos. En fin, ya me desvié. Decía que te extraño. Tanto tiempo lejos de ti me hace daño. Es fácil decir que es normal: la vida,mi novio, el trabajo, los proyectos. ¿Pero para triunfar en la vida uno debe sacrificar las relaciones que más le importan, esas que alimentan el alma?

Me niego. Por eso estoy aquí, café en mano, dejando al mundo de lado. No se trata de huir, no me malentiendas, se trata de pasar un rato con esa persona que tanto quiero y que he dejado de lado tanto tiempo y tan fácil. Quererte... qué curioso que lo haga después de tantos años de conocerte. Te conocía, sabía que ahí estabas, pero ¿quererte? Creo que te subestimaba bastante. Claro, rutinas diarias, pendientes, amigos, familia... ¿dónde queda el tiempo para cultivar lo más importante? Es sencillo estar con una persona y darla por sentado y no quererla o darle el espacio que se merece. Así que prometo resarcirme contigo. Qué difícil, ¿te das cuenta? Pero de verdad, niña, te quiero y mucho. Así que no te dejaré de lado tanto  tiempo de nuevo ¿te parece bien? Hagamos un trato: yo te escribo y te consiento con detallitos y tú haces lo mismo.

Ahora sí, debo irme. Sí, ya lo adivinas. llegó mi novio por mí. Pero no te preocupes, porque la noche será sólo para ti, tendida en la cama. Tendrás toda mi atención hasta que te duermas. Y al día siguiente serás la primera persona con la que platique, la primera a la que salude. Más te vale estar sonriente ¿eh? Nada de quejas ni malos humores, no conmigo... aunque si llegas a estar de malas por supuesto que seré la que más fácil lo comprenda.

Ay, yo que me iba a despedir rápido, mi novio me espera. En fin... te veo al rato, en cualquier momento, en cualquier instante, en cualquier espejo o en los ojos de mi novio.

Besos

La joven se rió mientras doblaba el papel y lo guardaba en un sobre que se echó al bolsillo. Eso le hacía falta: un compromiso con ella misma. Quererse como nadie más la iba a querer jamás. Escribir, tomar café y escapar sólo con ella. Un pequeño escape.

Se levantó y fue hacia la puerta de entrada para abrazar a su novio y besarlo.

--¿Qué ta pasa, que traes la sonrisa pícara?

--Nada, sólo hablé con alguien a quien había dejado de lado.

--¿Ah, sí?

--Sí, creo que lo haré conf recuencia, me hacía falta.

Y sin decir más, tomó de la mano a su novio y caminó, tranquila, hacia la vida.

La Inspiración


Se sienta y contempla por la ventana mientras bebe un sorbo más de café. Decide que será mejor sentarse junto al alféizar de la ventana, así que se vuelve a levantar, sin soltar la taza humeante, y se sienta justo a un lado del alféizar. Sigue contemplando el paisaje, el azul limpio del cielo matutino, las calles tranquilas ante el silencio y la ausencia de los coches. Graba cada instante en su mente y se lo va narrando a sí misma, como un cuento de hadas, para después poderlo traspolar al procesador de palabras.

Vuelve a sentarse junto a la computadora y suspira mientras piensa que es agradable pararse temprano sólo por contemplar la escena de paz en la ciudad, escena que ella sabe durará muy poco, si no es que nada en absoluto. Así como el café se enfriará, así regresará la vida y la cotidianeidad al movimiento de la ciudad.

Da un sorbo más al café, ya no tan caliente, y se levanta. El rumor de su pijama la acompaña mientras camina por los pasillos. Entra a la habitación y lo ve, dormido, tranquilo. Se vuelve a meter en las cobijas y lo abraza; le da un beso suave en la mejilla para despertarlo. Él, moviéndose un poco y apenas abriendo los ojos, le sonríe desde ese punto medio entre el sueño y la vigilia, y le pregunta:

-¿La encontraste?

-Creo que sí- ella se abraza a él y se acurruca. Él da media vuelta para tenerla de frente y la abraza: se hunden mutuamente en el aroma del otro.

-¿Y ahora?

-Espero ya no me dé guerra- dice ella sonriendo- al menos hasta que termine este capítulo.

-Jaja, claro, al menos hasta que termines este capítulo.- repite él entornando los ojos y apretándola con fuerza contra sí. De menos sabe que serán un par de noches sin que ella se aleje de la cama y lo deje solo.

La besa con suavidad en la cabeza, luego la mejilla, los labios, el cuello. Mientras ella va disfrutando de esos besos y esconde un bostezo -la noche entera despierta ¡qué horror!- sonríe contenta: ahora al ponerse frente a la pantalla en blanco la cosa será más sencilla.

¡Si tan sólo la inspiración no viniera a jugar a las escondidillas con ella en la mitad de la noche! Pero de menos esta vez la había encontrado, la idea ya había sido aprisionada y podría utilizarla a placer aunque, como bien le había dicho a él, nada más por este capítulo. ¿El siguiente capítulo? Ese sin duda alguna sería una nueva búsqueda. 

La Niña Espejo


Cuenta la leyenda, aunque a mí no me consta de cierto, que existe una criatura metamórfica y misteriosa llamada la Niña Espejo. Esta niña, a pesar de ser única como todas las criaturas de la creación, posee una peculiaridad interesante: refleja lo que ve, cambiando acorde a la persona que se le pare enfrente. No es que su cabello cambie de color o los ojos se le vuelvan más claros o más oscuros.Simplemente algunos rasgos sutiles,como sus gustos, anhelos, y si acaso de vez en cuando algunas ideas, tienden a ser casi iguales, un reflejo casi certero, de quien se pare enfrente de ella.

Pon a una mujer literata y la Niña Espejo hablará de literatura, autores fantásticos, letras entrañables.  Pon a un fanático de la música de tal o cual autor y la Niña Espejo "aprenderá" a amar a dicho autor y hablarte de los por qués, que veladamente serán las mismas razones de quien le presentó a dicho autor. Ponle a alguien que repudie a la sociedad, la familia, los valores y la moral, y la Niña Espejo que antes tenía esas cosas por lo más alto, empezará a repudiarlas de igual forma, si acaso un poco más para que el mundo le crea que son sus ideas y no el reflejo distorsionado de ideas ajenas.

Esta criatura de la que hablo vaga por ahí, imagino yo en busca de su propia identidad, pues cuando no tiene a alguien enfrente para reflejar, entonces proyecta libros, música, ideas que consigue por ahí y que va remendando cual pedazos de tela para hacer una colcha no muy uniforme. A veces intuyo que es, en realidad, una persona más como todos nosotros, cautiva bajo el influjo de algún malvado hechizo. Quizá si la pusiéramos enfrente de un espejo para que no quedara nada más que ella, el hechizo se rompería y ella podría reflejarse a sí misma ante el mundo...