jueves, 26 de mayo de 2011

Aniversario


Todos los años, en la misma fecha, su mente viajaba hacia ella. Sacaba del cajón el viejo marco con la foto de lo que alguna vez fuera una pareja y sacaba de atrás de la foto la carta, ya vieja y roída por el paso de los años y de tantas veces que se había doblado y desdoblado el papel. Siempre leía la carta, dolorosa como la primera vez, punzante como una daga clavada de forma certera para hacer sangrar, pero no matar. Sin embargo, en esta ocasión, el hombre se armó de valor y rasgó primero un pedazo, con manos temblorosas. Fue una liberación. Una vez arrancado el primer trozo de papel, los demás fueron fáciles, dulces, catárticos. Con cada pedazo, con cada palabra que se hacía añicos, un peso mayor y mayor se iba levantando de su corazón. Un "Te amo, pero" cayó por acá un "ya no puedo más" cayó por allá un "no me busques" voló por la ventana. Al final no quedaba más que confetti. Y un marco que parecía de museo, ostentando a una pareja que nunca fue.

Después de más de veinte años de luto en el cumpleaños de ella, él finalmente se sentía libre. El fantasma de aquél viejo amor ya no lo acechaba. De haber sabido que el hechizo había empezado con la carta de despedida de ella, la habría roto muchísimo antes. ¡Qué bien sabía la Libertad!

Abrió la puerta y dio un paso fuera de la casa. Pensó "Adiós, mi amor, para siempre" y caminó para jamás regresar a esos cuartos vacíos, olor a calabozo y perdición. Una nueva vida le esperaba.

1 comentario:

Karasu dijo...

Es tan cierto ese sentimiento de liberación, y al final no
es bueno apegarse a los viejos recuerdos y mas cuando son dolorosos.