martes, 24 de mayo de 2011

Rosas Negras


Mis rosas negras me contemplan. Cada pétalo destila una ilusión antigua, un desamor, una herida certera en alguna parte de mi ser. Y pienso y tiemblo y me pregunto cómo llegué hasta aquí. Herida, casi derrotada, sin esperanza, sin nada que dar, sin nada que pedir. Mis rosas negras me contemplan. Quieren dejar de ser negras. Es morado el color ideal. Las ilusiones vaporosas que se pierden en el ayer, ese tiempo tan incierto que se transforma más rápido de lo que lo puedes analizar: lo que es futuro en un instante es presente y en un suspiro ya pasó. Y el frío de la realidad se quiebra ante el espejo cristalino de los ojos de quien me puede ver como soy. Los pedazos que había en el piso y que cortaban a quien se acercara, se han unido de repente para crear un altar a la vida, al amor, a la esperanza. Y mis rosas negras están ahí, como ofrenda de paz para conmigo misma, como recuerdo de lo malo que sirve de ejemplo para buscar el bien, como nota memorándum de lo que se ha aprendido a lo largo de 24 años y tres siglos de hogueras. Ya nos oy lo que fui, ni seré lo que pensó en algún momento alguien más. SImplemente soy, estoy, voy. ¿A dónde? A donde el corazón me lleve, pues es la intuición mi mejor arma, sin dejar por ello de lado al cerebro y la inteligencia que adorna mi ser, que lo vuelve memorable e impreisonante. Mis rosas negras están aquí, pero han de marchitarse, pues ya no las quiero negras. Nunca más.

(Marzo, 2009)

No hay comentarios: